Es esa misma situación en la que te encuentras cuando a mitad de una película, te empieza a parecer pesada y larga, y te preguntas… ¿pero cuando se terminará este peñazo?
Así es como hace mucho tiempo me siento yo, protagonizando la película de mi vida.
Secuestrado y obligado a permanecer en este mundo por imposición emocional, por la promesa que hice de mantener, cuidar y proteger a mis pequeños gatos, evitando que sufran y mueran a manos de esta despiadada sociedad gobernada por humanos.
Y les veo jugar y disfrutar de la vida, y pienso que ellos no merecen salpicarse de mis problemas. Merecen tener una vida completa y llena. Por eso sigo aquí con ellos, para dársela.
Pero que larga se me hace la película. Sólo pensar que mi cuerpo aguante 30 años más hace que me sienta inundado de depresión.
Encarcelado y sentenciado a trabajos forzados por sobrevivir, defender mi honor y dignidad, reforzar mis convicciones, evitar que me traicionen, que me desprecien, que destruyan todo por lo que he luchado.
Que fácil sería todo si no tuviera que luchar, si ya no tuviera que sentir esta condena en la que vivo, por ser vida y todavía no ser la nada.
A veces pienso «gracias a mis gatos, que me mantienen con vida» y a veces pienso «por culpa de mis gatos, que tengo que seguir viviendo».
No me queda más que seguir con la esperanza de que algún día la película recupere el interés, el cual se perdió poco después de empezar.
Porque me veo recorriendo todo el tortuoso camino aunque no quiera, aunque sea infeliz, aunque esté solo. Y hace mucho tiempo que me cansé de andar.
Rafa.