El propietario de un comercio reúne a sus empleados para darles una mala noticia:
«Siento comunicaros que voy a cerrar la tienda por no poder seguir manteniendo las constantes pérdidas que se producen cada mes.
Después de diversas investigaciones y quejas de los clientes he comprobado que hay una gran deficiencia en el servicio que damos, motivo por el cual el público ha dejado de confiar en nosotros. Estas son las razones:
Aunque os pregunten, no atendéis a quien se acerca al mostrador, ponéis pegas para no dar factura a quien la pide, la gente se mancha de polvo y suciedad al tocar los productos, varios se quejaron de que el precio expuesto no coincidía con el cobrado, la mercancía está desordenada y tirada por el suelo, los carteles promocionales están escritos a mano y con faltas de ortografía, discutís con los clientes por devolver un producto, chateáis con el móvil mientras habláis con los clientes, os ausentáis 2 horas para el almuerzo, fumáis en la tienda, los tickets de venta no se leen por no cambiar la tinta de la máquina, dejáis productos caducados a la venta, mantenéis la tienda sucia (jamás se barre), acumuláis mercancía sobrante y putrefacta apilada al fondo a la vista del público, abrís la tienda con 1 hora de retraso y la cerráis antes de tiempo echando a la gente de malas maneras, el trato con el cliente es siempre muy deficiente e irrespetuoso…»
A lo que uno de sus empleados contesta:
«¿Cambio el cartucho de tinta a la máquina de tickets?»
Desgraciadamente esa fue la mejor de las propuestas que ofrecieron los empleados.
🙂
Rafa.
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