La sociedad española de hoy en día no piensa de igual manera que lo hacía durante la década de los años 80, tiempos de transición a la democracia en los que España se recuperaba de las heridas sociales sufridas por una guerra y 40 años de dictadura.
Porque en aquellos tiempos y después de ese sufrimiento, los españoles solo albergaban deseos de concordia y de unidad para salir adelante mirando hacia el futuro.
Por aquel entonces triunfaba el «CENTRISMO» de la mano de partidos políticos tolerantes y «suavizantes» cuyos programas estaban enfocados hacia la neutralidad, acercando las ideologías, priorizando lo que nos unía y evitando todo aquello que durante años nos había mantenido enfrentados.
Pero ese paraíso de concordia y buenas intenciones ya quedó ahogado en el siglo pasado.
Durante los últimos años, el más infame PSOE avalado por la izquierda más dura de Podemos se ha estado dedicando a recordar y a reforzar todo aquello que nos dividía, que nos enfrentaba, que nos llevaba al odio y a la confrontación entre los españoles.
Y lo han hecho minando una y otra vez la concordia emanada de la transición, creando leyes de una «memoria histórica selectiva» cuya premisa es recordar solamente los pecados de un bando, demonizando la forma de pensar coincidente con aquellos que ganaron la guerra y santificando a los herederos ideológicos de quienes la perdieron, hará ya de eso casi un siglo.
Moviendo tumbas, reclamando venganza y satisfacciones, señalando y acusando de fascistas a quienes no piensan como ellos, a los patriotas, a los tradicionales y a los conservadores. Unos nietos y bisnietos que odian a muerte a los nietos y bisnietos de gente que vivió durante otras épocas y bajo otras circunstancias. Unos jóvenes que ahora se enfrentan en las calles para salvaguardar el honor de unos antepasados de los que ya ni siquiera mantienen la herencia genética.
Y lo hacen avivando una y otra vez la memoria de todo aquello que enfrentó a nuestros abuelos, bisabuelos y tatarabuelos. Hoy la sociedad española está enfrentada por la reapertura de un recuerdo constante e insistente, de las heridas del pasado.
Pero los «cizañadores» han ido más allá consiguiendo enfrentar a la propia sociedad, a las mujeres contra los hombres, convirtiendo la galantería en acoso, la devolución de un insulto en maltrato, la caricia en violación, a los heterosexuales en homófobos y a los patriotas y tradicionales en fascistas y xenófobos. Han conseguido descompensar la balanza de los derechos fundamentales arrebatándoselos a unos para regalárselos a otros. En resumen, hemos dejado de ser todos iguales ante la ley para obligarnos a ser todos iguales a quienes dictan la ley.
Quienes siembran injusticias cosechan rebeliones. Y podríamos decir que los votantes de la extrema derecha que han aupado a VOX no son más que los hijos de la frustración y del descontento generado por la izquierda más aberrante y beligerante que España ha sufrido desde antes de la Guerra Civil.
Por lo tanto, hoy en día la sociedad española está completamente polarizada en los extremos y no tiene nada que ver con el talante, la generosidad, las buenas intenciones y la cordialidad que tuvimos o tuvieron nuestros progenitores durante la transición democrática.
El mayor error de algunos políticos actuales es seguir creyendo que en España existe un centro en el horizonte político susceptible de recopilar una cantidad relevante de votos. Y todos aquellos que han insistido en posicionarse allí han experimentado el fracaso en sus carnes, y no miro a ningún ciudadano.
Actualmente, el que más inteligencia ha demostrado tener es precisamente aquel que dividió y después eligió reinar en una de las 2 partes resultantes de la división.
Y el más tonto está siendo aquel que en lugar de adaptarse a la situación actual pretende que la situación se adapte a él, intentando que los votantes se vuelvan «centristas» y permitiendo que los nuevos que le entran por la derecha realicen su trabajo de oposición, acaparen los méritos y finalmente acaben «sorpasándole» por encima.
Seamos realistas. Al Partido Popular actualmente sólo le apoya el «votante económico», aquellos que valoran la experiencia del partido durante sus legislaturas y que piensan que un gobierno dirigido por ellos sería menos arriesgado y más beneficioso que uno dirigido por VOX.
Pero el PP está perdiendo a todos los votantes ideológicos porque como ya he comentado, la sociedad se ha polarizado en los extremos.
La única forma de que el PP se aleje de la extinción es hacer exactamente lo mismo que ha hecho el PSOE, que en su caso sería ocupar el trono de la extrema derecha antes de que sea tarde.
Porque un partido político no debería pretender cambiar la forma de pensar de los votantes sino adaptarse a ella para conseguir gobernar (y entonces es cuando podrá intentarlo).
© Rafa.
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